En mi corta experiencia vital, de apenas cuatro décadas sobre la Tierra, he descubierto que hay muchas "zonas de confort" y que interactúan entre ellas.
Algunas son propias, con nosotros mismos, que nos afectan y nos limitan. Otras, las más peligrosas, porque afectan a otros, aparecen en los sistemas, la sociedad, las organizaciones. En ocasiones, estos sistemas creen encontrar estados de estabilidad. Momentos en que se consiguen los objetivos y las estrategias. Muchas veces están en su propia área de confort y no lo saben.
De la misma manera que en lo personal, esta situación es limitante. La afectación extra, en este caso y de forma común, es vivida por personas brillantes que se ven apagadas y encerradas en tareas de poco valor.
Una organización sana debería de estar preparada para vigilar este comportamiento y salir de su zona de confort lo más rápido posible. Promover un estilo de liderazgo servil que permita emerger el reto e invite a ser mejor como conjunto en un entorno de seguridad psicológica.
Todo esto encaja con uno de los mensajes troncales en los que siempre acabo y que intento transmitir. La existencia de propósito y los valores humanísticos son la clave del éxito de una organización. De hecho, Humberto Maturana (biólogo y filósofo) dijo:
Pertenecemos a una cultura que piensa y actúa como si la armonía y el orden surgiesen de la exigencia y el control. La armonía no surge de la exigencia, sino de la coincidencia de propósitos, de la coincidencia de deseos; la con-inspiración en el vivir.
Con todo esto no quiero decir, en absoluto, que el control y la exigencia estén mal, y debamos convertir las organizaciones en una especie de comuna hippie (adjetivo que me han llegado a pronunciar hablando de aproximaciones ágiles a problemas), sino que debemos premiar la aproximación humana al valor por encima de este resultado numérico o beneficio económico y que, a largo plazo, esto nos ofrecerá un éxito mayor.
Aunque, como hoy me ha invitado a reflexionar una persona de las que parece que estuvieran tapadas por la organización, el bien y el mal son ideas creadas e inexistentes y los hechos en sí mismos están desprovistos de carga ética. Pero, sin embargo, no aprovecharte de esas capacidades, está mal.
Foto de portada de Viktor Andersson
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