- Lo que más me gusta de mi suegra es su casa.

Dos cervezas frías sobre la mesa.

- Eso me lo tienes que explicar...

- No, si es una persona excelente, trabajadora, amable... pero vive en un pueblecito genial.

- Ajá

- Está al pié de la montaña, el pueblo está cuidado, bien equipado, en expansión y se come genial.

- Qué guay

- Además, en seguida puedes subir y perderte en la naturaleza. Es envidiable.

- ¿Envidiable?

- Sí tío, ya sabes a qué me refiero.

- La envidia siempre me ha parecido una de las emociones más vacías.

- Te estás rayando

- No se construye sobre la envidia. Bueno, quizá algún genio haya encontrado algún camino históricamente sobre la envidia que sentía de otro genio, pero no me parece que sea muy común... ni que tú seas un genio.

- Ahí te has pasado

- No, en serio. Además, envidiar cosas es aún más inútil. Las cosas se poseen y eso ya es suficientemente extraño como para ponerle otra emoción encima como la envidia.

- ¿Ein?

- Mira, básicamente tenemos dos tipos de cosas. Podríamos decir que tenemos hasta tres, pero centremonos en lo importante. Tenemos cosas que necesitamos, que nos hacen tener una vida digna y cosas que nos llenan, que nos definen, que nos ayudan a tener una vida plena.

- ¿Cómo qué?

- Uf, eso depende mucho de cada persona. Puede ser un tocadiscos recogido de la basura, puede ser una mochila roñosa que te ha acompañado siempre, un llavero regalado por un amigo... y también hay gente para la que este tipo de cosas pueden ser un yate o una mansión.

- ¡Me pido ser de los segundos!

- Adelante, búscate a ti mismo y luego me cuentas si eso te hace sentir lleno.

- ¿Tú cómo estás?

- Yo genial. Ya tengo donde escuchar música en mi casa tranquilamente. Me faltan un huevo de cosas, pero necesitaba eso.

- ¿Quieres otra?

- Dale

- ¡Camarero!

- Cada vez necesito menos cosas, de hecho. Y cada vez sonrío más.

Dos cervezas frías sobre la mesa.

- Joder, cómo te envidio...