Si buscas en Google “waterfall vs agile” obtienes más de 7 millones de resultados. De hecho, hasta destaca un cuadro resumen, como si buscases algo verdaderamente relevante y te hiciera una previsualización de la Wikipedia.

Me pone muy nervioso. El último versus que me gustó en mi vida fue Blanka vs Dhalsim.

Mi intención hoy es intentar argumentar el flaco favor que los “agilistas” le hacemos a nuestra forma de pensar enfrentándola con “waterfall”. Y lo pongo todo entre comillas porque son conceptos de lo más figurados.

Primero: porque cuando alguien está buscando algo así es que se siente perdido, ha oído campanas y necesita solventar un problema. Y los problemas se resuelven siempre mejor desde la colaboración, la suma, el valor, que no desde la confrontación.

Segundo: porque los dos conceptos que está buscando ese hipotético poseedor de problemas no son más que herramientas, conceptos, guías. Y por definición, ambos son buenos, válidos. Deberíamos eliminar la comparación para poder explicar la esencia, los porqués, lo que se persigue en cada mundo y cómo “usarlos” de manera efectiva. A nadie se le ocurre ponerse a buscar “alicates vs martillo” (70.000 resultados, Google lo corrige a “alicates y martillo”).

Tercero: porque los “agilistas” somos los primeros que sabemos que las cosas no son blancas o negras. De hecho, muchos huimos de llamar a todo lo que promulgamos “metodología”, porque simplemente no lo son. Son marcos de buenas prácticas que adoptar y adaptar, y que han sido probadas para dar buenos resultados.

Normalmente, en este tipo de comparativas, además, el lado ágil suele aparecer siempre como más moderno, abierto, adaptativo. A veces incluso más divertido, agradable. Y el lado waterfall es de más control, tradicional, cerrado… gris. ¿Veis a qué me refiero? Lo he vuelto a hacer.

Como dijo el gran maestro Yoda: “las guerras no hacen grande a nadie”. Unos y otros tenemos el deber de conocer todas las herramientas que tenemos a nuestra disposición. Unas servirán para unas cosas, otras para unas diferentes. Algunas se centrarán más en el proceso, otras en el resultado. En las personas, “en el proyecto”. Pero todas son buenas y válidas.

Gran parte de la problemática del acercamiento a las grandes compañías de nuestra vía de pensamiento parte de esta confrontación, de esta comparación, de esta dicotomía que, en ocasiones, roza casi lo religioso.

Seamos humildes, comprensivos, de mente abierta y versátiles. Que, al fin y al cabo, se supone que los “agilistas” somo así.