Hace un rato me encontraba un post en Linkedin, de una persona a la que respeto mucho, que lanzaba la pelota sobre cuál es el primer beneficio de ser Ágil.

El compañero decía que era la posibilidad de cambiar de prioridades. Y aunque entiendo que lo formulaba de manera simplista para incitar al debate, aun entendiendo a qué se refería, no creo que este sea el principal beneficio.

Estoy obsesionado con los equipos y las personas. No hay modelo, ni empresa, ni negocio que no se aguante con ellas y para ellas. Por muy industrializado o automatizado que se observe.

Por eso comentaba en el debate que, a mi parecer, ese era el principal beneficio.

Los objetivos pueden (y deben) cambiar para adaptarse al paso del tiempo y las circunstancias. Pero de nada sirven si las personas que van a ejecutar acciones no se lo pueden hacer suyo.

Comentaba en el post de LinkedIn que lo que consigue la agilidad es organizar y limpiar todas las ineficiencias del “middle management“, dando poder a esa gente que, en realidad, han tenido las manos en la acción siempre.

Haciéndolo así, los objetivos se comparten, se hacen propios y sucede la magia.

Porque el talento quiere brillar. Y sólo hay que dejarle.