Estaba sentado junto a una pequeña mesa de mármol por la que parecían haber pasado dos siglos, picando algo y pensando en los últimos acontecimientos que había vivido.

- En el fondo todo son aprendizajes - dijo en voz alta pero sólo para él

Caerse con la bicicleta, como a él mismo le había pasado varias décadas atrás, escalar un poco más arriba las cuerdas, enfrentarse a las leyes del mercado-sociedad, donde te pueden llegar a convencer que hay que pagar para ser "el más guay"... cada pequeña cosa enseñaba una lección.

Una pequeña banda tocaba música en directo. Estaba anocheciendo y la temperatura empezaba a ser más agradable. Era uno de esos momentos en que la soledad le sentaba bien. Una chica joven, de piel tostada, muy guapa, cantaba en francés. Lo hacía con cierto toque melancólico, azul, pero era muy agradable.

Mientras se daba cuenta de que estaba mirando fijamente a la chica que cantaba, se pasó la mano por el pelo. Su melena se había convertido en uno de sus símbolos, en parte de su identidad, pero estaba pensando mucho en cortárselo. Volvió a la realidad, sonriendo, satisfecho de haber saboreado el momento de una manera tan profunda, y apuró la bebida.

¿Era el momento de pedir la cuenta dibujando un pene en el aire, como le contó aquel compañero? Volvió a reír como aquel día. Incluso le había enseñado un vídeo donde un tipo lo hacía. La risa se tornó carcajada, alguien se giró a mirarle. Buscó con la mirada a un camarero y movió la mano en el aire.

Pocos minutos después se levantaba del asiento. Ya había oscurecido, la chica de piel tostada se había ido y sonaba una cumbia al piano. Casi le tentaba a volverse a sentar. No, casi le tentaba a bailar. Aquella noche todo le invitaba a sonreír.

- La vida es maravillosa - volvió a decirse a sí mismo

Salió a la calle. Respiró profundo. Se calzó el casco y subió en su moto. En su cabeza sonaban canciones dignas de producciones de Tarantino. Música que acompañaba a conducir de noche disfrutando del trayecto. Ya no estaba pensando en los últimos acontecimientos vividos. Sí, todo era un continuo aprendizaje y sí, la vida era maravillosa.

La noche no había hecho más que empezar.