Qué placer poder colaborar en un workshop y ver personas que lo reciben con una sonrisa y agradeciendo haber aprendiendo algo.

Hoy ha sido Kanban. Pero Kanban del de verdad, no el de poner post-its en la pared. Del que exige un auténtico compromiso y dedicación.

La “gracia” de Kanban es que es una práctica terriblemente libre. Tanto que puede asustar al no versado en poner el foco en conseguir que las cosas pasen. No define un flujo, ni unos artefactos, ni unos roles, ni marcos temporales, ni nada de nada. Sólo define (o así lo hizo Anderson en 2010) cuatro principios:

  1. Comienza por lo que estás haciendo ahora
  2. Acuerda que se va a perseguir el cambio (mejora) incremental y evolutivo
  3. Respeta el proceso actual, sus roles, sus responsabilidades y sus cargos
  4. Alenta el liderazgo a todos los niveles

De nuevo, una práctica del marco de la Agilidad hace más énfasis en las personas y el cambio, que no en los tecnicismos o métodos. Es algo sobre lo que iteramos de forma continua y que a más de uno nos fascina.

Y para apoyar estos principios, se apoya en cinco prácticas centrales:

  1. Visualizar el flujo de trabajo (para comprender qué está pasando)
  2. Limitar el trabajo en curso (y hacer que funcione por “pull” y no por “push”)
  3. Dirigir y gestionar el flujo (para supervisar, medir y evaluar)
  4. Hacer que las políticas de proceso sean explícitas (para asegurar que las tarjetas fluyen a través del Kanban siguiendo unas reglas conocidas)
  5. Utilizar modelos que permitan reconocer oportunidades de mejora

Son prácticas relativamente simples y asequibles, que todo equipo puede seguir y que, sobre todo, ayudan a hacer patentes bloqueos, cuellos de botella y otras ineficiencias, de manera que, comenzando desde el hoy y sin cambiar nada, se pueda aplicar mejoras desde momentos muy tempranos de la implementación.

Vamos, que hay quien ha salido del workshop preguntando que cuándo empieza.

🙂