Contrariamente a lo que llevo soltando estos días, en los que he aprendido mucho pero quizá tú, querido lector, sólo has vivido una montaña rusa de emociones (cosa que me plantea si tendría que novelar todo esto), hoy me apetece mucho ser práctico. Intentaré darte una pauta.

Emociones ha habido, y muchas. Un par de días de acompañar a compañeros en la búsqueda del conflicto que debilita, para poder ponerlo sobre la mesa. Y vaya si lo hemos puesto.

Elemento 1: papel, boli (o pluma en mi caso), muchos ratos, complicidad, seguridad y la famosa tecnología alienígena que es hablar. En mi caso, hasta incumplir mis propias normas y utilizar la comida para trabajar.

Elemento 2: mediación. Siempre hay heridas que dificultan que las personas clave hablen. Unas saltan rápido. Otras están a la defensiva. Un poco de ayuda a limar asperezas y crear un entorno psicológicamente seguro es vital.

Y elemento 3: darle la vuelta a las cartas.

Esta tarde hemos vaciado la mochila. Todo el dolor ha salido en post-its rojos, que con habilidad hemos agrupado en clusters, para darnos cuenta de las cuatro fuentes de los que partían. Recomendación: hacedlo. Es un ejercicio que abre mentes, dispara la imaginación, acerca posturas y relaja tensiones, todo en uno. Después, en un clásico ejercicio de ponderación en equipo, hemos votado con puntos, para encontrar el cluster clave. Y sobre él hemos bombardeado acciones posibles para “curarlo”, con posts-its de otro color.

De esto se ha elegido una sola acción a realizar; con tareas, fechas y responsables: juntar a más de 100 personas en una sala, con dos directores de la compañía delante, y explicarles por qué estamos haciendo esto, en qué consiste y permitirles preguntar, de manera anónima, todo lo que les preocupe.

Y todos con la sensación de que hemos avanzado un buen trecho. Los directores ya están dispuestos y disponibles.