Asisto atónito, una y otra vez, a la crítica generalizada. A los porqués de los fracasos, a los malos ejemplos, a señalar con el dedo las modas, al uso del sarcasmo y el cinismo para demostrar cuan equivocada es alguna tendencia.
Y cada día me cansa más. Entiendo que el contraejemplo es una gran herramienta educadora e incluso con ciertas dosis de ironía se convierte en un recurso evocador que toca directamente la fibra y hace llegar el mensaje. Para muestra, un botón, artículo que compartía hoy mismo en Twitter: Cómo conseguir la superioridad moral en 6 cómodos pasos.
Sin embargo, por cada uno de estos, leo cinco que sólo negativizan el aspecto que intentan tratar.
Por favor, dejad de hacerlo. ¡Todos sabemos que es mucho mejor el refuerzo positivo! No paramos de recordarlo hacia nuestros niños y, hacia nuestros pares, preferimos lanzarnos cargas de negatividad.
Con lo bien que se aprende de historias bien contadas, de auténticas parábolas consumidas con pasión. De buenos ejemplos conocidos, vividos o incluso inventados. De aprender cómo has explicado una vez algo y modificarlo para hacerlo aún mejor. De combinar ethos, pathos y logos en un discurso que toca cerebro y corazón.
Generadores de opinión, respetables de la industria, maestros y líderes, tenéis una responsabilidad enorme en cómo el mensaje llega a los demás. No quiero ver más artículos con títulos negativos, con lecciones cargadas de sarcasmo u odiosas comparaciones tomadas desde el mal ejemplo. Sé que hay pocas cosas más poderosas para unir que el enemigo común, pero estáis muy por encima de eso.
No hagáis de cada artículo un rant. No hagáis como yo acabo de hacer.
Foto de portada de Francisco Moreno
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