Alzó la vista y encontró el punto en que el mar y el cielo se cruzaban. Azul con azul. La simpleza de las palabras contra la sutil complejidad de los sentidos, de las percepciones. Si se concentraba, si evitaba ir más allá, era una simple línea infinita que cruzaba todo de izquierda a derecha. O de derecha a izquierda. Si se concentraba, si evitaba ir más allá, no importaba.
Era un día especial. Especial en el sentido de inusual.
- "Todos lo son, al fin y al cabo", se dijo para sí.
"Agárrate, que vienen curvas" resonaba en su cabeza, tal vez porque alguien más lo había dicho, tal vez porque sabía que venían curvas. Se veía haciéndolo, frente al mar. Agarrarse al suelo, con las piernas colgando, aunque sin apartar la vista del horizonte. Cuando se veía, tenía el semblante neutro, sin ninguna emoción, al menos en apariencia. Nada de arrugas, ni un parpadeo. Los ojos ni muy abiertos ni muy cerrados. Labios juntos sin estar apretados. Respirando pausadamente por la nariz. Ahí, entonces, con el horizonte.
Quizá aquello fuera meditar, demasiadas personas queridas se lo habían recomendado. La mente se iba. Y la recogía con delicadeza y la volvía a fijar en el horizonte.
Recuerdos aflorando, cientos de cosas que podrían haber sido mejor hechas, pedacitos de recuerdos felices de pequeños logros de los que a uno le alegran el día. De repente la consciencia le recordaba que acabábamos de dar otra vuelta al Sol. Otra vez la sensación de la inmensidad y la sensación de irrelevancia.
- "Como cada día, de otro modo", pensó.
Preguntas, preguntas y más preguntas sin ninguna respuesta, que en ocasiones lo único que conseguían era abrumar. ¿Tenía sentido todo aquello? Si se concentraba, si evitaba ir más allá, no importaba. Se levantó.
Se giró. La mirada se movía, la mente estaba aún en el horizonte. Sus ojos vieron a una persona, su mente una línea y dos azules. Se abrazaron. Y sonrió. Si se concentraba, si evitaba ir más allá, todo tenía sentido.
Foto de portada de Joshua Earle
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