O "el clavo que sobresale es el que recibe el golpe". Como refrán japonés su uso parece ser que se refiere más a la famosa modestia de los habitantes de ese país, y a la cierta aversión al individualismo que poseen.
Pero los refranes, aunque sean pequeños trocitos de sabiduría y lección de vida en forma de pocas palabras, normalmente reflejan una realidad histórica y social. Desconozco si el español tiene un refrán equivalente. Supongo que porque, en nuestra sociedad, el individualismo no está igual de mal visto y no hay que ir diciendo a la gente que agache la cabeza y siga al grupo.
Ahora bien, como ya hay algún estudio al respecto, es plausible pensar que hay una moralidad común a toda la humanidad, de manera que un refrán japonés puede aplicar y bastante, a nuestro contexto.
Después de casi 20 años dedicándome profesionalmente a las TIC en diferentes aspectos, lo he vivido en primera persona y lo he visto suceder a mi alrededor. Recuerdo hace muchos, muchos años, cuando programaba como principal tarea, cómo empecé a ser mal visto, incluso mal tratado, por alguno de mis compañeros porque me lo pasaba muy bien, básicamente. Era más rápido que los demás, así que no sufría la misma presión, estaba bien considerado y disfrutaba con mi trabajo, pudiendo tener más tiempo que los demás para leer, investigar o simplemente hacer una broma o charlar. En aquel momento, tierno de mí, se convirtió en una de las razones por las que, algo de tiempo después, cambie de trabajo.
También he conocido casos de personas que han entendido que tienen que hacer las cosas diferente porque saben que es lo mejor que pueden hacer. En el sentido de un bien mayor, sin ser dirigidos por el ego, sabiendo que recibirán, pero dando antes. Desde fuera el ojo entrenado los ve luchando contra viento y marea, adaptándose a las circunstancias y recibiendo palos por un lado y por el otro.
Sobresalir cual clavo no tiene porque querer decir ser más visible que otros, literalmente. Me contaban la historia de una persona de un equipo que era brillante. Gran trabajador, gran persona. Hacía tanto como los demás, o quizá más. Pero no participaba del "show off", no buscaba al director, no explicaba sus logros. Trabajaba, trabajaba y trabajaba, en la sombra. Y estaba mal visto, porque no destacaba en el conjunto, no seguía las normas sociales tácitas en su pequeña sociedad.
Todo esto puede parecer tener un halo de "superestrella", de cierto egocentrismo en diferentes aspectos, pero no es así. Hay que saber bien distinguir a esos dos tipos de personas. Los "dadores", que sobresalen pero para dar antes que para recibir de los "recogedores", que actuarán y usarán sus habilidades antes en beneficio propio que para ofrecer.
Esos clavos que sobresalen son generosos, aun siendo diferentes, incluso raros y, para el conjunto, incluso molestos en ocasiones. De hecho, muchas organizaciones hacen lo que la intuición parece decirnos hacer ante un clavo que sobresale en el montaje. Golpearlo hasta ponerlo en el sitio. Craso error.
El trabajo de una organización debería estar enfocado en encontrar ese brillo, cuidarlo y dirigirlo, potenciarlo, hacia la estrategia marcada o, incluso, tener la humildad de cambiar la estrategia si es necesario. Estos clavos que sobresalen son auténticas herramientas de cambio, agentes de este y "hackers" del sistema. Son los clavos que pueden llevar una organización a un nivel mayor.
Conozco gente que ya ha aceptado que es uno de esos clavos. Que sabe que se llevará palos y no le importa. Les tengo incluso envidia.
Trabajemos porque ya no caiga ningún martillo sobre ellos.
Foto de portada de Olivier Villard
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