Hoy tengo el día filosófico. El eterno dilema del entendimiento del bien y del mal. A mi alrededor intento que haya agilidad, entendida como personas y compañías que se dedican a ello, que intentan sumar.

Conozco gente muy buena, que ha encontrado su Ikigai y que se gana la vida disfrutando de este aporte. También a gente que incluso es capaz de trabajar gratis, o a coste, por sentirse bien consigo mismo y saber que está haciendo lo correcto y ayudando a quien lo necesita. Gente que monta Meetups el mismo día que ha estado dejándose las neuronas en una formación. Gente con verdadera mentalidad ágil.

También conozco gente en empresas que no tienen la mentalidad adecuada, luchando contra molinos de viento, o gente con la mentalidad correcta pero que no pueden desarrollarse en absoluto.

Y también conozco a gente que está en consultoras enormes vendiendo agilidad. Consultoras de las que llamaríamos cárnicas, capaces de ofrecer cualquier servicio. También hay negocio para ellos aquí.

Cuanto más debato conmigo mismo, más difuso está todo. La “agilidad empresarial”, más allá de la “agilidad a escala” es la ola que nos toca navegar y estas grandes consultoras están habituadas a tratar con los barcos que la navegan. ¿Pero es agilidad real? ¿Están “vendiendo” lo correcto?

Me falta conocimiento, me faltan datos y visión, sólo tengo intuición. Pero mi intuición me dice que no está bien y que esto pasará factura al mundo Agile.