Existe una regla no escrita que dice que en la cocina de los barcos cualquier hombre puede hablar libremente. Nada de lo que diga allí podrá ser usado en su contra y, si alguien lo hiciera, la tripulación rápidamente le daría la espalda.
De repente, un espacio seguro donde hablar sin filtros. Es posible que fuera necesario crearlo dada la dureza de la vida del marinero y lo obviamente difícil de escapar de algunas situaciones en su entorno. Pero la cuestión es que funciona.
Hay una cierta constante en hacer símiles marineros cuando se trata de hablar de equipos y organizaciones. No de otro modo, es un trabajo de equipo milenario donde los componentes están poniendo, casi sin exagerar, sus vidas en las manos de los otros.
En estos símiles, las empresas son grandes buques, las start-ups son rápidas lanchas. Unas quieren ser las otras, o parecerlo, y las otras ser absorbidas o compradas por las unas. Pero todos, en algún momento, se olvidan de la cocina.
Los espacios seguros de comunicación no deberían de existir per se. Lo sano es sin duda sentirse así en cualquier momento y lugar de la relación laboral, incluso personal. Sin embargo, se acaban siempre creando de forma espontánea, en forma de círculos sociales, máquinas de café, terrazas o after-works con miembros seleccionados, en todos los casos.
Definidos así, nunca acabarán de ser seguros del todo, puesto que requieren de una suerte de "membresía" que es extinguible y, por tanto, dicho "espacio" es mutable. Es decir, la cocina no existe, existen los marineros que pasan por allí.
Es un buen comienzo, esto es innegable. El sentimiento de pertenencia a un grupo, a una tribu, es un estadio mucho más deseable que la soledad o el individualismo, pero no es suficiente. Está enmascarando otro problema a tratar, que en un barco real es difícil de que pase desapercibido: el sentimiento de identidad única.
La construcción de esta identidad es lo verdaderamente importante y, como todo aspecto de cultura en las organizaciones, puede y debe tratarse desde el contexto y las circunstancias, creando espacios ajenos a las tareas comunes y explicando y ejemplificando su seguridad.
Mi reflexión y consejo, por supuesto, es la de trabajar una cultura de transparencia y claridad que no haga necesaria la creación de un espacio específico para cubrir la necesidad pero, en el caso de que así fuera, debería crearse.
Sin olvidar que, dentro de la cocina, hay un cocinero. Una figura ajena a los quehaceres de los marineros y con sus propias preocupaciones, aunque la mayoría para con ellos.
Algo así como un coach.
Foto de portada de Soroush Karimi
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