Me bajo de la agilidad
Bueno, no, en realidad no me bajo, pero observo últimamente que los títulares han de ser lo más sórdidos posibles, aun sin ser necesariamente fidedignos ni coherentes con el contenido, en una suerte de click bait.
En cierta manera, la reflexión que me lleva a este artículo es parecida. Llevo dándole vueltas ya bastante a cómo los "agilistas" hemos fallado en trabajar con compañías a evolucionar en algo mejor. En tener equipos empoderados, alucinantes, altamente efectivos, enfocados en valor y abiertos a cambiar constantemente.
Seguramente ha sido porque nos hemos creído mejores que ellos. Poseedores de la verdad. ¿Lo del titular? No es difícil darse cuenta que muchos de los contenidos más populares (al menos en lengua castellana) sobre Agilidad muestran siempre el contraejemplo, lo que no funciona, lo que está mal. Cuidado, no niego que los malos ejemplos sirvan, ni mucho menos. De hecho nos sirven para saber qué no queremos imitar. Pero, como agilistas, deberíamos saber que eso del "enemigo común" es un subóptimo a dejar atrás lo antes posible. Algo que mueve temporalmente, sobre todo al principio. Una manera de unirse contra algo. Pero es que llevamos décadas así, y parece que últimamente más fuerte que nunca. Buscad por ahí. Hay quien incluso ha hecho marca personal alrededor de ello.
Mi reflexión, válgame, no es de hecho caer irónica e incluso hipócritamente en los mismo y juzgarlo de "malo", sino levantar la mano de la autocrítica, como parte del colectivo, y entender por qué considero que, si tras más de 20 años de manifiesto ágil aún estamos en estas, hemos fallado.
Hace ya semanas que, junto con un compañero que aguanta mis turras, pienso en todas las maneras en que nos hemos acercado a las compañías de manera equivocada. Y, aclaración: me refiero a las que nos hemos acercado con firme intención de "cambiar el status quo", no de facilitar ceremonias en equipos.
Porque quizá este ha sido uno de nuestros primeros errores, convertirnos en el "facilitador de ceremonias". Trabajo tremendamente árduo, difícil, complejo, pero que dudo que sea el que moverá la compañía a un nuevo nivel de consciencia. Sé que toco hueso ya en este párrafo. Y los facilitadores son de altísimo valor añadido, pero quizá no hemos entendido que con eso (o solamente con eso) no cambiaremos la compañía.
Sigo con el rant. Incluso cuando no nos hemos mostrado de una manera tan "blanda" como partes integrantes de una compañía, muchas otras veces nos hemos presentado (o nos han llamado y no nos hemos negado) como meros instaladores de agilidad. Véngame usted aquí y mónteme un SAFe, acérquese y póngame estos equipos a hacer Scrums. Ah, ¿que hay que facilitar cosas?, claro, claro, eso también usted. No hemos podido, querido o sabido tener el interlocutor y la conversación adecuada. Y, peor aún, prodigando que hemos de hablar del problema, no de la solución, nos hemos convertido en implementadores de soluciones, no en exploradores de problemas, que debería ser nuestra posición natural.
Sea esto un llamamiento. Uno a una reinterpretación de la agilidad. Sé que no soy el único, ni busco ser especial. Lo que también sé es que no soy parte de la mayoría, al menos en mi entorno. Hago un llamamiento a olvidarnos de Kanban, de Scrum, de SAFe, de LeSS, de OKRs y de tantas cosas más. A elevar nuestro discurso a los dolores de las organizaciones y de como, tal vez, con alguna herramienta de la maleta, se puede trabajar en curarlas. De hecho, un llamamiento a centrarse en explorar más en la enfermedad que en la cura, a encontrar las verdaderas causas, antes de que hayamos decidido ya qué tirita poner.
Una agilidad más integradora y, sobre todo, menos integrista.
Una agilidad que luego se pueda "vender" a base de explicar buenas experiencias, no todo lo que está mal.
Y si a esto le acabamos llamando de otra manera, total, yo ya me he bajado de la agilidad.