Los grifos también son cultura
En Catalunya en general, y en Barcelona en particular aún más, estamos en alerta por sequía. El Cambio Climático no es sujeto de este humilde blog, pero lo que está claro es que el negacionismo ya no se aguanta por ningún lado y estamos viviendo sus consecuencias, cada vez más duras. Se empiezan a tomar medidas desde las distintas instancias del gobierno, quizá tarde, quizá discutibles, y las empresas también se suben al carro de ayudar en lo que pueden.
Esta mañana un amigo me enviaba esta foto del baño de su oficina:
Mi amigo trabaja en una empresa grande y conocida, multinacional, multimarca, de un sector muy importante del que todos consumimos. Se mudaron a la oficina de la foto hace menos de 9 años, si mis fuentes son fiables. A todos los efectos, en este siglo, en esta "era".
He aquí su contribución a la sequía: limitar los grifos automáticos en la profundidad en la que pueden ser pulsados, cosa que hará que el caudal sea más bajo (y el tiempo abierto también).
Esos grifos se llaman "temporizados", y una vez pulsados, sirven agua durante 15±5 segundos. Mi amigo dice que ahora lo hace aproximadamente durante 2.
Un lavado de manos normativo, según fuentes del Ministerio de Sanidad, dura unos 15 segundos, más el enjuagado y secado. Esos 15 segundos son la fricción con el jabón, donde no es necesaria el agua corriente. Doy por hecho, aunque no tengo información oficial, que el enjuagar no llegará a durar tanto, siendo simplemente dejar que el agua arrastre el jabón y la suciedad fuera de nuestras manos. Esto me hace pensar que un grifo temporizado, en su configuración habitual, malgasta agua de más, en pos de la comodidad del que lo está usando.
De un escenario de derroche a uno de super-limitación. Por decisión de un ente superior gestor de oficinas, se sobreentiende. ¿Sabéis cómo se arregla esto? Con un grifo normal, de los que se abren y se cierran a voluntad.
Entiendo que los temporizados tienen su sitio en los no-lugares. Aeropuertos, supermercados, hospitales, parques… Esos escenarios de tránsito, donde los seres humanos no creamos una sensación de pertenencia. Pero una oficina no debería de ser un espacio de este tipo. De hecho, debería de ser un lugar al que vamos con una motivación muy clara de crear vivencias conjuntas. En los no-lugares, abrir y cerrar el grifo no nos importa, no hay ningún tipo de emocionalidad o empatía. No conozco a nadie que deje abierto el grifo en casa, salvo por accidente. No conozco a nadie que lo haga tampoco cuando, por ejemplo, comparta una casa en vacaciones con otros. Ni conozco a nadie que no vea un grifo dejado abierto por accidente y no lo cierre. Salvo quizá en un no-lugar.
Quizá haber elegido precisamente esa grifería para la oficina, fue en su día una declaración de intenciones en cuanto a qué tipo de lugar se quería crear, qué tipo de vivencias se iban a pasar allí, qué emociones iba a albergar. No por maldad, sino por dejadez, por cubrir posibilidades. Decidimos que "la gente se va a dejar el grifo abierto".
Ahora hemos de cubrir esa decisión con otra, aún más restrictiva. Porque no decidimos de primeras simplemente pensar que las personas serían adultas, profesionales y responsables.
Mi amigo me argumentaba que, claro, la solución no podía pasar por reemplazar toda la grifería del edificio. Le daba la razón, quizá ahora es tarde, y los costes altos. Pero todo esto me ha hecho pensar que "los grifos también son cultura".